Es un lugar muy conocido, de los más fotografiados del país. Lo que pasa es que la horda de turistas llega en verano, no en invierno.
...Y la solución es... ... ... Claro que sí, el púlpito: Preikestolen.
Es el lugar de moda. Empecé el año hablando del lugar y ahora (bueno en marzo) vuelve a ser noticia porque Google ha realizado la excursión para que el mundo pueda disfrutar el panorama sin salir de casa.
En alguna sobra que otra es posible distinguir la sombra de una persona cargada con una gran mochila de la que sobresale una especie de tubo; la silueta de una cámara panorámica.
Desde España estoy seguro de que ni se notó. En Oslo sí que se percibió la oscuridad, entre otras cosas porque el día fue muy nublado. Todos pensaban ya que no se vería nada cuando -casi milagrosamente- el cielo se despejó... un poco. De ver una grisácea y mullida capa de nubes se pasó a poder distinguir dónde estaba el SOL. Y esto fue lo que pudimos observar:
Varios miles de personas viajaron hasta Svalbard -a unos 1.200 km. del Polo Norte- para ver el eclipse. En su capital, Longyearbyen, estaba tomada por fotógrafos, científicos y curiosos con ganas de ver el espectáculo. 100% de ocupación hotelera. La anécdota graciosa al respecto, traducida de NRK:
La gente viene y se piensa que esto es más grande de lo que es. Piensan que pueden dormir en un banco en la estación de autobuses y preguntan dónde está. Pero sólo hay un autobús que circula entre el aeropuerto y los hoteles, nada más. Kjersti Norås de Visit Svarbard.
La noticia triste es que tuvieron que sacrificar a un oso polar que casi se come a un turista. Ahora queda investigar si el turista cometió una imprudencia o no. El susto y las cicatrices ya no se los quita nadie.
La trampa --- 26.01.2015 El SOL ya anunciaba por la mañana que aquel sábado iba a ser estupendo. Una temperatura estable a pocos negativos y nieve esperando para ser esquiada. El bosque me esperaba con los brazos abiertos. ¿Quién podría resistirse?
Aquel cebo tan jugoso ocultaba -como todos los cebos- una terrible trampa. Después de pasar por Frognerseter la nieve del camino se convertía en una trampa de hielo, elemento sobre el cual los esquíes no ejercen poder alguno.
El descenso al bosque -Frognerseter está en la cima- empieza pausadamente, pero ya se nota que es difícil controlar la dirección. La velocidad aumenta increiblemente después de esa pronunciada cuesta... ¡Concentración! El pie derecho se sale de la pista marcada... al vacío... ¡Equilibrio! Mi velocidad no disminuye, no puedo parar... ¡No mires el precipicio! ¡Llega el cruce! ¡Llega el cruce! ¡NOO, el de delante se ha caído!! ¡Le voy a dar! ¡FRENA! ¡FRENA! ¡Aaahh! ... ...
Sí, esto es más o menos lo que se le pasa a uno por la cabeza. La fatídica caída llegó, claro. ¿Qué hice después? Levantarme. La excursión continuó, pero mi destino estaba sentenciado y volví a caer. Y volví a levantarme. Y así en cada bajada de aquellos 14 kilómetros de excursión. ¡Qué nadie piense que el esquí de fondo es fácil!
Y mientras volvía a casa -triste, magullado y dolorido- me acordé de Bambi y me entró la risa tonta.