La trampa --- 26.01.2015
El SOL ya anunciaba por la mañana que aquel sábado iba a ser estupendo. Una temperatura estable a pocos negativos y nieve esperando para ser esquiada. El bosque me esperaba con los brazos abiertos. ¿Quién podría resistirse?

Aquel cebo tan jugoso ocultaba -como todos los cebos- una terrible trampa. Después de pasar por Frognerseter la nieve del camino se convertía en una trampa de hielo, elemento sobre el cual los esquíes no ejercen poder alguno.

El descenso al bosque -Frognerseter está en la cima- empieza pausadamente, pero ya se nota que es difícil controlar la dirección. La velocidad aumenta increiblemente después de esa pronunciada cuesta... ¡Concentración!
El pie derecho se sale de la pista marcada... al vacío... ¡Equilibrio!
Mi velocidad no disminuye, no puedo parar... ¡No mires el precipicio!
¡Llega el cruce! ¡Llega el cruce! ¡NOO, el de delante se ha caído!!
¡Le voy a dar! ¡FRENA! ¡FRENA! ¡Aaahh!   ...   ...

Sí, esto es más o menos lo que se le pasa a uno por la cabeza. La fatídica caída llegó, claro. ¿Qué hice después? Levantarme.
La excursión continuó, pero mi destino estaba sentenciado y volví a caer. Y volví a levantarme. Y así en cada bajada de aquellos 14 kilómetros de excursión.
¡Qué nadie piense que el esquí de fondo es fácil!

Y mientras volvía a casa -triste, magullado y dolorido- me acordé de Bambi y me entró la risa tonta.



¡Qué bien dormí aquella noche!

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