Los miembros del equipo fuimos apareciendo poco a poco en el sitio de reunión. De forma caóticamente ordenada -muy noruego- se comentaron las etapas y se repartieron.
Esta vez fue honrado con la etapa 10 y sus 600 y pico metros planos ligeramente cuesta abajo en los que hay que correr como si te persiguiera un guepardo. Y menos mal que no hubo guepardo o yo no estaría escribiendo estas líneas.
Lo mejor fue la velada después de la carrera, cuando todos contamos batallitas de lo difícil que ha sido coger el testigo y lo complicado que ha sido encontrar a nuestro relevo.